miércoles, diciembre 12

Algo vio caer

El presunto asesino del concejal Blanco guarda parecidos que le ayudan a uno a orientarse.

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Tuve una compañera en aquella época de Madrid. Como todos los beneficiarios de la beca que hace ya casi tres meses -¡y los días van pasando!- me trajo aquí a Lima, teníamos nuestra rutina de clase, pruebas orales o escritas y trabajos, la mayoría de estos últimos con una coletilla que no suele generar entusiasmo, "de grupo": sí, hubo grupos de trabajo y el tiempo que los mismos duraron yo tuve varias compañeras, y hoy escribiré sobre una de ellas.


Fueron, vistas hoy desde esta perspectiva de tiempo y espacio, muchas horas de trabajo juntos, y el recuerdo hoy es agradabilísimo: fuimos compañeros de manera intensa, pues pasando más tiempo con aquella gente que conmigo mismo o con la persona amada, esta compañera dejó un lógico poso en mi. Pues es una mujer, como le debí decir alguna vez con estas palabras o unas muy parecidas, de blancos y negros: ¡alguien que se encuentra difuminado entre el gris nunca hubiese elegido como primer destino Argel! Esta compañera, es justo reconocérselo, es una mujer bravísima: vive y trabaja, muy flamenca, en Argel.


Esa misma valentía le ha debido dar fuerzas esta semana que pronto acaba. Lo habréis leído y escuchado: dos bombas explotaron hace pocos días en Argel, provocando más de 70 muertos. La segunda de ellas fue detonada cerca de la oficina económica y comercial de España en esa ciudad, donde se encontraba esta compañera, pues es su lugar de trabajo.


Según nos relataba pocas horas después: "por ese cúmulo de casualidades que tiene la vida y a veces uno no entiende, hemos resultado ilesos, pero la explosión ha sido a unos 150 metros de nuestra oficina, se han roto casi todas las ventanas, interiores y exteriores, se han roto puertas, se ha caído parte del techo de algún despacho, pero lo peor han sido los cristales (...) no sabíamos si el atentado había sido contra nosotros, si habría más bombas (...) se le han caído todos los cristales encima (...) si al salir se nos caería el edificio encima, o el techo, o los cristales". De este relato en el horror queda un recuerdo muy nítido, como el crac-crac que se escucha al andar sobre ellos: los cristales.


Hace poco recordaba como una vez me pidió, casi exigía, que diese mi opinión sobre los temas políticos que fueron saliendo durante todas aquellas sesiones que hubo en Madrid; aquellos meses. Deduzco que no lo hice porque creo que nunca estábamos de acuerdo en ese campo, y puesto que en España el salto de lo político a lo personal es fácil -además de frecuentísimo- no convenía arriesgarse.


Hoy, antes de sentarme a escribir esto, he recordado que hace nada, antes de que los cristales saltaran por los aires, le escribí con una petición argelina: "(...) ahora he vuelto con Camus, y aquí entras de lleno en mis pretensiones. Yo pretendo esto: yo quiero saber cuál es la consideración en la que se mantiene Camus en Argelia. A mi me gustaría saber y conocer de segunda cuál es la idea que sobre este hombre hay en la tierra en que nació. Espero que me puedas ayudar."

Efectivamente, sigo a la espera. Su familia estará a la espera de cosas más importantes, que es verla llegar a casa, sin más. Sé que una cosa y otra tendrán lugar; pero convendría ser prudente: para algunos siguen quedando cristales por tumbar.


Y los días van pasando: espero que estéis bien.

1 comentario:

swampwalk dijo...

Guau, quillo, vaya post tan bonito. Me ha encntado. Me atrevo a corroborar la valentía de esa mujer que tuvo el valor de pedir Argel y marcharse.
Espero que todo vaya bien por Lima.
Saludos desde La Paz.
No dejes de escribir!